Las esculturas que fueron instaladas en las calles Ciscar, Jorge Juan y Lauria se encuentran maltratadas y olvidadas

Tres placas de rotulación de calles céntricas, labradas y colocadas durante la guerra civil por notables artistas valencianos, sobreviven en precarias condiciones, semiocultas por cables, focos y equipos de refrigeración. Se trata de las lápidas escultóricas de las calles Roger de Lauria, Joaquín Costa y Císcar. Casi 80 años después de haber sido colocadas por el sindicato de Escultores Marmolistas de la CNT, la desidia de los vecinos y de las sucesivas corporaciones locales permite que apenas pueda apreciarse la calidad de la pequeña obra de arte que representan.

Cuando estalló la Guerra Civil los escultores imagineros y los marmolistas quedaron en general sin encargos ni ocupación a causa de las nuevas condiciones políticas y sociales: la escultura religiosa era objeto de persecución y la lapidaria quedó sin consumo incluso en las costumbres de los cementerios. Como consecuencia, una serie de artistas del sector, escultores, marmolistas e imagineros, a través del sindicato de Escultores Marmolistas de la CNT entraron en contacto con la Sección de Propaganda del Comité Regional de la CNT.

Los artistas ofrecieron la posibilidad de trabajar al servicio público; y nació la idea de hacer placas escultóricas de calidad artística para calles y plazas céntricas de la ciudad de Valencia. En un momento en que el consejo municipal había cambiado el nombre de muchas calles para borrar las huellas religiosas y poner en ellas énfasis revolucionario, el caos se adueñaba de la rotulación oficial. Pese a las prohibiciones y llamamientos, las milicias cambiaban a su antojo, sin acuerdo municipal, los nombres de muchas calles; o simplemente destruían las placas oficiales de cerámica, sin saber siquiera a qué personaje representaban.

En su libro ‘Artistas en Valencia, 1936-1939’, publicado en 1986, el pintor y escultor valenciano Rafael Pérez Contel, entre otras mil noticias de aquel tiempo revuelto, cuenta la labor de estos escultores cenetistas y nos dice que hicieron al menos seis placas escultóricas: tres dedicadas a las calles de Buenaventura Durruti, Largo Caballero y Pablo Iglesias; y otras tres a tres antiguos e ilustres personajes: el pensador y reformador agrario Joaquín Costa, el almirante Roger de Lauria y el ilustre marino Gabriel Ciscar, hijo de Oliva.

En su libro, Pérez Contel incluye imágenes de cuatro de las placas escultóricas y nos dice que las de los personajes de la política fueron destruidas en abril de 1939, cuando las tropas nacionales llegaron a Valencia, mientras las otras tres, de personajes históricos, sobrevivieron a la nueva oleada de cambios de rotulación que se produjo de inmediato.

Lamentablemente, casi 80 años después, las tres placas que labraron aquellos escultores de la CNT para calles ya existentes, apenas pueden ser vistas por los peatones hoy en día. Estas son sus señas de identidad:

Calle de Lauria. Labrada en piedra, lleva la rotulación en valenciano, con hermosas letras góticas, dice ‘Carrer Roger de Lluria’. Muestra el escudo de la ciudad en losange, un gran velero de cuatro palos con velas hinchadas surca el mar de donde aflora un monstruo marino. Firma. Bellas Artes. Robert Roca. En efecto, es el nombre del autor, que tras la guerra siguió trabajando intensamente y adquirió notoriedad. Es la placa que se ve mejor: situada en la esquina del edificio de Correos, toda la parte inferior está oculta por uno de los focos que iluminan la fachada del edificio, torpemente colocado.

Calle de Císcar. El marino de Oliva está representado de perfil en el ángulo superior izquierdo. La parte principal de la placa la ocupa, en altorrelieve, un timonel que gobierna el rumbo de una nave de vela de la que vemos mástil y cabos. Debajo se lee ‘Carrer Ciscar’. La placa fue obra del escultor Mora Cirujeda. La hermosa pieza está vergonzosamente rodeada de cables telefónicos, cajas de registro y orificios de ventilación, una prueba de la falta de respeto estético que reina en las fachadas de la ciudad.
Placa de la calle Joaquín Costa oculta por dos enormes aparatos de aire acondicionado.

Calle de Joaquín Costa. Un niño y una niña, el con un libro en las manos y ella apoyada en un arado, posan ante una parcela de campo bellamente labrada; un ciprés sombrea el paisaje. Esta es la escena que creó en altorrelieve, en homenaje al pensador y reformista agrario aragonés, creo Jaume de Scals, maestro después de la guerra del arte de los retablos de cerámica y, singularmente, de la especialidad del «socarrat». No firmó su obra, que rotula la calle en castellano, pero hoy en día resulta imposible verla desde la acera. Si en 2006 estaba medio oculta por un gran aparato de refrigeración, en 2010 ya eran tres las máquinas que, con total permisividad de la Policía Local y de todos los demás servicios municipales llamados a actuar, se dejaron instalar para vergüenza pública.

Fuente: lasprovincias.es
Autor: F. P. PUCHE

Noticias Relacionadas