Desde que el presidente de la comunidad, Mariano, se separara de su esposa, poco tiempo lo dedica para él o su familia. En sus ratos libres, siempre tiene algo que hacer, «en beneficio de la comunidad», como justifica a sus vecinos. Que si cambiar una bombilla del portal, que si repintar una pared, etc. «¡No para de hacer cosas!», dice muy harta Paquita, indignada porque le ha restado protagonismo en el edificio.
Razón no le falta a su vecina. El cargo se le ha subido a la cabeza. La última ocurrencia de Mariano es cambiar la puerta del portal por otra más estilo rococó y colocar plantas de ¡plástico! «Un horror para la vista que pagaremos todos», se queja Paquita.
Casi todos los vecinos están de acuerdo en pedir a Mariano que deje de hacer de su capa un sayo. Pero no saben cómo decírselo y eso que en la última junta Gregorio, el administrador, lo dejó muy claro: «La junta directiva, de la que forma parte el presidente, sólo puede realizar aquellos gastos para los que previamente está autorizada por el resto de los propietarios».
Así las cosas, únicamente Mariano puede hacer uso del dinero de la comunidad sin necesidad de autorización cuando se trate de un caso urgente, que requiera la adopción de una medida que no puede demorarse, como es el arreglo de una cornisa en riesgo de desprendimiento.
Ni Paquita ha sido capaz de poner los puntos sobre las íes a Mariano. Pero sí Gregorio, que con tino se dirigió al señor presidente y le recordó: «Como figura indispensable en el funcionamiento de esta comunidad, siempre ha actuado con buena diligencia en la función que le ha encomendado la junta de ordenar aquellos trabajos y obras que resultan necesarios para el adecuado mantenimiento y conservación del edificio. Sin embargo, ha de estar atento a las posibles desviaciones presupuestarias que puedan producir gastos no autorizados como son estas obras de mejora aunque no necesarias para la comunidad».
En román paladino: una palmadita en la espalda aderezada de un baño de humildad le hizo comprender las necesidades de la comunidad.
Fuente: elmundo.es
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